Avenida O

¡Si supiera lo que el juego libre educa al niño!

Beatriz Cascos para El Observador Si supiéramos lo que el juego educa al niño, nunca más nos volveríamos a preocupar….

Por Desde la Columna

Tiempo de Lectura: 3 minutos
¡Si supiera lo que el juego libre educa al niño!
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Beatriz Cascos para El Observador

Si supiéramos lo que el juego educa al niño, nunca más nos volveríamos a preocupar.

Hoy quisiera escribir sobre el enigma revelado, de mayor ninguneo en la primera infancia: el juego libre.

A través del juego libre el niño y la niña experimenta y explora sobre sí mismo, qué le interesa, qué le causa curiosidad.

Se trata de un insumo que después utilizan los orientadores vocacionales para poder acompañar a jóvenes perdidos en el espacio sideral, que no encuentran esa dirección que traían tatuada desde nacidos.

Pero que tal vez los educadores no logramos aprovechar, para estimular esos intereses, y que, a su vez, perfeccionen a través de la práctica disfrutada, todos esos dones.

Maravilla del juego

El juego libre…. maravillosa plataforma sobre la que los niños y niñas no solamente exploran, sino que desarrollan todas las competencias cognitivas, motrices, emocionales, sociales y conductuales; que les harán ser personas con herramientas para la vida.

El juego libre, como único lenguaje no lingüístico, aunque lo contemple, a través del cual el niño y la niña nos comparten sus más íntimos sentimientos, sus pensamientos, sus creencias.

El juego libre, sin tiempo, aunque sí con estructura, con orden, con estaciones de juego; a través de las cuales, como un lente mágico, podemos descubrir tantas cosas.

¿Cómo es posible, que los centros de primera infancia no sean ludotecas? ¿Cómo aún es posible que pensemos que “academizar” la primera infancia, nos dará una camada de niños y niñas más competentes?

Lo que necesitamos es permitir que jueguen. ¡Que jueguen, y jueguen y jueguen, hasta el cansancio!

¿Por qué? Tal vez, querrá preguntarme.

Y le contesto: en la primera infancia, el juego libre es el oxígeno que les da vida.

Podemos obligarlos a “aguantar la respiración”, a ratos… pero luego no lloremos porque parece que “no aprenden” al ritmo que dice el cronograma.

Cuando sacamos un pez del agua; no es necesario que lo describa, ya sabe lo que sucede… patalea, protesta, se escurre buscando salida, buscando su ecosistema, el que le da la vida.  Así les pasa a los niños y las niñas, cuando no juegan lo que necesitan.

A veces, los padres me preguntan… Bea, ¿qué será lo que le pasa que no es feliz con nada?

Y yo contesto, con una pregunta: ¿cuánto duerme, cuánto juega, qué come por la mañana?

Y en estas respuestas están los Fruit Loops cargados de azúcar refinada, en las tabletas y los iPads a cada rato, pensando que las niñeras digitales harán nuestro trabajo. Y en las 11 p.m., aún buscando el baño, es cuando encontramos las respuestas, de muchísimos niños y niñas, a los que sin querer, les estamos robando la infancia.

¿Recomendación para regalar?

Me preguntaba una amiga, “¿Qué le regalo a Luis, que cumple 4 años mañana?”

Le respondí, emocionada: “Un muñeco humano, lo más real posible, con ropita, biberón y si encuentras pañales: morirá de emoción”.

“¿Qué? ¿Un muñeco?  Yo soy muy “moderna”, y le dejo que coja el de su hermana Laura”.

“¡Ya!, lo que pasa, es que, si coge el de Laura, jugará a que es tío del muñeco, y lo que a Luis le puede interesar, es jugar a ser tierno, a apapachar a su bebé, a nutrirlo de besos, en definitiva, tal vez Luis no quiera jugar a que es “tío”, es posible que le interese jugar a ser “papá”.

¿Nos suena la queja colectiva de papás que no ejercen, que ni mucho menos son mayoría, pero podemos ver que, a estos hombres, les decimos que jugar a ser “papás” es de niñas?”

No tengamos miedo de observar, de dar un pasito para tras para que los niños y las niñas, nos inviten a jugar y nos asignen roles.

No tengamos miedo al silencio ni al aburrimiento, ellos, son amigos del ingenio.

No tengamos miedo, que la brújula de los niños es atinada, no se ha contaminado de perjuicios, ni de etiquetas; en primera infancia, tenemos un Google sabio, de lo que de verdad deberíamos estar haciendo en educación.  Ellos lo saben todo. ¿Los contratamos?