Desde la columna

¿Por qué no queremos que nazcan para cuidarnos?

Mis redes sociales se inundaron de color violeta entre ayer y hoy. Entre más bajo y bajo en el feed…

Por Paula Umaña

Tiempo de Lectura: 3 minutos
¿Por qué no queremos que nazcan para cuidarnos?
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Mis redes sociales se inundaron de color violeta entre ayer y hoy. Entre más bajo y bajo en el feed de Facebook, más veo el morado en las fotos de perfil de mis contactos. 

No se distingue entre una u otra porque hoy, nuevamente, las mujeres queremos recordar algo que, aunque suene sorprendente en pleno siglo XXI, es necesario: Nacimos para ser libres, no asesinadas. Así lo dice cada foto de perfil.

Sin embargo, entre toda la avalancha de repudio hacia la violencia de género que al final llena un poquito el alma de esperanza, hubo un “marco” que llamó la atención de muchas y que decía algo así como “Nacimos para cuidarlas”

Pero no queremos eso…

No es por malagradecidas o por, como he leído por ahí, “para jugar de valientes”. No queremos que nos cuiden por una sencilla razón: el solo hecho de tener que hacerlo normaliza y significa que vivimos en un mundo violento para las mujeres.

Una frase como “nacimos para cuidarlas” parte de una premisa errónea y machista, que fortifica la creencia que por décadas hemos intentado derrumbar de que somos el “sexo débil” y que, por ende, necesitamos de la protección masculina. 

Imagínense por un momento un país, un mundo, en el que salir a la calle no nos signifique peligros como un tocamiento, una violación o un secuestro. ¿Necesitarían cuidar de nosotras? 

Vivimos en una sociedad violenta en general. Pero la balanza continúa inclinándose hacia nosotras por razón del género. Nacer mujer, que jamás desearía en mi caso que fuera distinto, es casi una condena. 

Justo ayer hice un ejercicio en mis redes sociales, le pregunté tanto a hombres como mujeres a qué le temían cuando tenían que salir de sus casas. Las respuestas de las mujeres destruyen. Pegan en lo más fuerte del alma porque lo vivimos a diario y deseamos que eso cambie. 

“A no regresar”, “En que si voy a volver a mi casa”, “Que me secuestren”, son las tres respuestas más comunes que dieron mis conocidas. 

De hecho, si me preguntaran que me gustaría hacer hoy, sería ir a pasear a mis perras con tranquilidad, sin el gas pimienta en mi mano y sin encender el “modo alerta” que  he tenido que desarrollar casi de manera inconsciente. 

No queremos que nos cuiden. Queremos, justamente, que no tengan que hacerlo, porque eso significaría que vivimos en un mundo de iguales, donde el respeto y el amor sano es la tónica entre los seres humanos. Porque eso somos: seres humanos pensantes y sintientes, todos y todas, no hay mayor diferencia. 

Créanme, de verdad, que tampoco es bonito tener que andarse cuidando, con un tipo de paranoia porque un tipo viene por la misma acera que yo caminando detrás y no hay nadie más alrededor.

Urgimos de cambios culturales y de educación con perspectiva de género, nuevas masculinidades y un cambio de relaciones socioafectivas sanas, modificaciones que vengan desde el Estado, sí; pero también desde nosotros y nosotras mismas. 

Revisemos nuestras conductas, alcemos la voz cuando reconozcamos una manifestación de violencia por más “pequeña” que nos parezca, dejemos de reforzar los roles de género. 

El cambio no es de la noche a la mañana, pero no pierdo la esperanza de que mis primitas Mariel, Marisol, Sury y Valentina puedan caminar tranquilas por la calles. 

Y si usted es de las personas que continúan negando que en el país hay un problema estructural y que la violencia de género nos acecha en cada esquina, a cada instante, aquí un dato: desde el 2007 a la fecha, Costa Rica registran 364 femicidios.

A Allison, a Luany, a Eva, a Luisa, a doña Justina, a Arantxa, a Katherin, a Fernanda y su hija de 12 años Fabiola, a Iris, a Carla Stefaniak, a la sirena María Trinidad y a todas las mujeres que nos han arrebatado: por ustedes seguiremos luchando. 

“Nadie que ama, muere jamás” -Gioconda Belli