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Por 16 años familia ha ayudado a personas en silla de ruedas a hacer la Romería

Desde un niño de 10 años de Guápiles, parapléjico por una enfermedad, hasta una señora de 92 años que perdió…

Por Marco Marín

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Por 16 años familia ha ayudado a personas en silla de ruedas a hacer la Romería
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Desde un niño de 10 años de Guápiles, parapléjico por una enfermedad, hasta una señora de 92 años que perdió la movilidad de sus piernas por la edad, la ilusión de decenas de personas en sillas de ruedas por hacer la Romería se ha convertido en una realidad gracias al trabajo de una familia.

Durante los últimos 16 años, Luis Miguel Astúa Jaime, de 33, ha contado con el apoyo de sus padres, hermanos y sobrinos para organizar una Romería especial para personas que tienen que utilizar este aparato en su día a día.

El pasado domingo, Astúa, en compañía de su papá José Alexis y de su mamá Nubia, lideró un contingente de 235 personas, de las cuales 37 están en silla de ruedas, que salió desde la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, en Tres Ríos hasta llegar a la Basílica de los Ángeles.

Los participantes mientras subían el sector de Ochomogo. (Cortesía Luis Miguel Astúa)

La familia Astúa Jaime ha tenido una relación con el Centro de Rehabilitación Nacional (Cenare) por más de 40 años. A causa de esa cercanía, Luis Miguel ha estado en contacto con pacientes del centro “casi desde que nací”, según comentó a El Observador.

“La idea surgió en el 2002 cuando estaba en una actividad con personas del Centro y uno los oía comentar la ilusión que les hacía poder hacer la Romería. Ahí fue donde me surgió la inquietud de cómo sería la logística. Al año siguiente hicimos la primera”.

Astúa explicó que ese primer evento fue muy diferente a lo que han logrado perfeccionar en los últimos años. “Esa vez eran siete personas en sillas de ruedas y 10 voluntarios. Era casi que una persona por silla”.

Luis Miguel Astúa, elcreador de la actividad, junto a su madre Nubia Jaime. (Cortesía Luis Miguel Astúa)

En esa ocasión, narró, salieron el 1° de agosto desde Tres Ríos a las 4:00 p.m. y, ajenos a las complicaciones que conlleva la tarea, llegaron hasta las 3:00 a.m del día siguiente a la Basílica.

“No se imagina la dificultad de llevar una silla de ruedas en esa mar de gente, a esa hora y con el cansancio que traíamos pero cuando logramos terminar, en vez de desanimarnos empezamos a pensar cómo podíamos mejorar la dinámica para el próximo año”, explicó.

Desde entonces han desarrollado todo un protocolo que no solo ha facilitado el proceso sino que le ha permitido crecer.

El padre, José Alexis, comentó que “ahora me están llamando desde el 1° de julio para que empiece la lista de personas que están interesadas en ir e incluso recibimos muchos voluntarios que ni son católicos pero que quieren ayudar”.

A sus 76 años, José Alexis no se ha perdido ninguna de las 16 romerías que han hecho. (Cortesía Luis Miguel Astúa)

Para poder completar la Romería en las 3 horas y 40 minutos que les tomó este año, cada silla de ruedas debe ser “empujada por al menos tres voluntarios, aunque usualmente son cuatro”, afirmó el papá.

“Nosotros le amarramos un mecate a cada llanta, entonces un voluntario empuja desde atrás y los otros dos jalan los mecates cuando vamos subiendo y a la bajada de Ochomogo se invierte los papeles y más bien sirven como frenos”, agregó.

Este año participaron más de 230 personas. (cortesía Luis Miguel Astúa)

Astua padre e hijo explicaron que hay factores que ellos pueden controlar, a diferencia de otros que se escapan de su poder.

“Hemos salido lloviendo y hemos llegado lloviendo. Se han dado casos de hipotermia por lluvia y frío, así como insolaciones por mucho sol. Además, con llantas duras y en un camino malo donde hasta hay conductores que te tiran el carro no es fácil. Es una cuestión de fé”, aseguró José Alexis.

A pesar de esto, ambos señalan que la ilusión de las personas que logran cumplir su sueño de hacer la Romería es más que gratificante.

Luis Miguel comentó que a pesar de “terminar cansados al final de la actividad”, muchas veces se levantan al día siguiente con mucha energía, como si no hubieran hecho nada el día anterior.

“Es increíble. Imagínese lo que puede sentir una persona con realizar un sueño, de cumplir una promesa, de hacer ese trayecto con alguien que lo lleve empujado”, agregó su padre, de 76 años.

Con el pasar de los años, los detalles se han ido afinando y la actividad ha ido creciendo. Hoy en día organizan la salida para el domingo antes del 2 de agosto con tal de poder recibir una mayor cantidad de voluntarios. La hora de salida también cambió y ahora salen a las 8:00 a.m. del día escogido.

Además, ahora cuentan con el apoyo de la Casa Cural de la Basílica, la cual les brinda ciertas facilidades, entre ellas el uso de un salón.

“Cuando llegamos a la Basílica, le amarramos un palo de bambú con un banderín a cada silla y nos abren una puerta por el costado para poder llegar más cerca al altar. Luego nos prestan un salón donde les tenemos un almuerzo a las personas del grupo”, explicó el papá.

Al preguntarles cuál es la parte más dura del trayecto, ambos afirmaron que todo el camino es difícil, sin embargo desde el cruce de Taras hasta la iglesia es la más “cansada”.

“Es que se hace eterno, especialmente para los que van por primera vez. Uno empieza a ver la iglesia y piensa que ya llegó pero sigue caminando y nada y nada y nada. Hasta que llega”, explicaron.

A las personas que asisten, además de recordarles el llevar sus respectivas medicinas y muchas ganas, los organizadores les piden a los asistentes que vayan con una camisa blanca. Al preguntarle a Luis Miguel la razón, explicó:

“Es un color neutro, que es asociado con la paz. Desde la primera Romería que hicimos nos hacía mucha ilusión visualizar una marea blanca llegando la Basílica”.

Luego de 16 años de llevar a cabo la actividad y de pasar de 17 participantes a más de 200, está de más decir que esta marea blanca definitivamente creció.

El grupo completo luego de concluir la Romería de este año. (cortesía Luis Miguel Astúa)

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