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Luis Marín sacó las garras

Empezó en el banco como un emergente que llegó a última hora para hacerse cargo de San Carlos, tras la…

Por Harold Leandro

Tiempo de Lectura: 3 minutos
Luis Marín sacó las garras
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Empezó en el banco como un emergente que llegó a última hora para hacerse cargo de San Carlos, tras la sorpresiva salida del argentino Martín Cardetti a pocos días de iniciar el torneo de Clausura.

Luis Antonio Marín Murillo arribó sin mayor anuncio a tierras norteñas, luego de ocho años como asistente de cuatro técnicos en la Selección Mayor y estar en dos Mundiales. Se suponía que si se decidió a tirarse al ruedo como entrenador, debía pagar el “derecho de piso” y que pasarían años antes de que llegar a descollar.

Pero Yiyo -exjugador de Carmelita, Alajuelense, Universidad de San Carlos (Guatemala), River Plate (Uruguay) y Maccabi Netanya (Israel) así como exmundialista en 2002 y 2006- tenía otros planes.

En sus alforjas traía las enseñanzas de sus grandes mentores: Jorge Luis Pinto y Óscar Machillo Ramírez, de quienes fue asistente en los Mundiales 2010 y 2014.

Además, el exdefensor central de 44 años (10 agosto 1974), 1.80 metros y 77 kilos, tenía sus propias ideas de cómo dirigir un plantel y llevarlo a instancias finales.

Para ello, el segundo jugador que más partidos ha jugado con la Selección (125, uno menos que Wálter Pate Centeno), se armó de dos elementos fundamentales: Un grupo de jugadores que creyeron en su idea de juego y un equipo de asistentes con experiencia: Harold Wallace y Sandro Chano Alfaro.

Así, aquel que fue nueve veces campeón de Costa Rica con Alajuelense, empezó su peregrinar por un torneo corto pero intenso, con un planteamiento muy ecléctico con respecto al que pregonan sus maestros Pinto y Ramírez.

Siempre puntilloso con el “equilibrio” de sus mentores, fue defensivo como ellos, pero con movimientos arriesgados que le permitieron dejar en el camino a muchos rivales, lo que le alcanzó para ganar la fase de clasificación y eliminar a Herediano en las semifinales con una épica remontada de 4-1.

Quizás el momento en el que más evidenció su capacidad como entrenador fue en el partido de ida de la final, ante Saprissa.

La lógica indicaba en la visita a La Cueva debía ser recatado y “meter el bus”, una frase muy futbolera que significa usar un planteamiento en extremo defensiva.

Pero Marín hizo lo contrario y formó un plantel que no escatimó esfuerzo en hacerle daño a los morados con dos “puntas”: Álvaro Saborío y Marcos Julián Mena.

El planteamiento sorprendió a Paté Centeno. Tanto que a los 42 minutos Mena perforó la cabaña de Alejandro Gómez.

Saprissa reaccionó, pero solo le alcanzó para el empate, conseguido a los 64 minutos con gol del hondureño Rubilio Castillo.

La daga ya había sido clavada. Sacar un punto del Ricardo Saprissa le daba una gran ventaja a los norteños, pues el juego definitivo se realizaría en feudo sancarleño, el estadio Carlos Ugalde Álvarez.

Entonces, llegó la hora de la verdad. Se enfrentaban dos técnicos jóvenes, que hasta hace poco tiempo vestían de pantalón corto. Uno pregona el fútbol de toque y ofensivo, el otro gusta del equilibrio, pero con ciertas dosis de osadía.

Y ganó la segunda propuesta en una noche mágica para un equipo y una comunidad que, junto a un meteorito y un premio acumulado de la lotería, celebró a toda pompa la obtención por primera vez de un título de campeón nacional, merced un técnico debutante que sacó las garras para demostrar que ya está preparado para dirigir en el fútbol de Costa Rica.