Desde la Columna
Por Adriana Villalobos para El Observador.
La mayoría de las personas han escuchado o visto un cuento, una historia, una novela, donde existe una mujer mala que generalmente odia a otra mujer y trata de hacerle daño. Esto lo vemos por ejemplo en los cuentos de princesas donde las madrastras y hermanastras siempre odian a una mujer.
Desde muy pequeñas se les enseña a las niñas a pelear con las otras, a odiar y envidiar la belleza de la otra. Se les educa para ser rivales y competir constantemente, en el trabajo, en el estudio y en las diversas situaciones de la vida.
Esta rivalidad debe de ser trabajada, para que un futuro deje de existir, debemos criar a las niñas con una idea de que las otras mujeres son sus hermanas y que en mundo donde el patriarcado violenta constantemente a las mujeres, estar unidas y luchar juntas es un arma que contribuye a destruirlo.
¿Qué sería de las mujeres sin las otras? Sin el aliento y el apoyo cómplice en situaciones de crisis, de las hermanas, madres, abuelas, tías, primas, suegras, cuñadas y amigas.
Sin la cercanía entre abuelas y nietas o aquellas hijas que con el tiempo se vuelven cuidadoras de sus madres, y de aquellas amigas, compañeras y colegas que acompañan a otras en infinidad de cosas.
¿Qué sería de las mujeres sin las otras que han luchado contra el patriarcado históricamente y hoy le han abierto el camino a nuevas generaciones?
Las mujeres se necesitan las unas a las otras, se debe luchar contra los tabúes y normas sociales, para crear un mundo donde esta complicidad se resalte y el apoyo incondicional entre todas las mujeres sea algo cotidiano.
No habríamos sobrevivido a las circunstancias de la vida sin otras mujeres conocidas y desconocidas.
Adriana Villalobos Elizondo
Psicóloga especialista en temas de género
Desde la Columna
