Lente Mundial

Greta Thunberg, la desafiante chica de trenzas y el abrigo amarillo

A los 16 años se le podría imaginar probando colores de gloss en sus labios, recorriendo las tiendas de moda con sus…

Por Berlioth Herrera

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Greta Thunberg, la desafiante chica de trenzas y el abrigo amarillo
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A los 16 años se le podría imaginar probando colores de gloss en sus labios, recorriendo las tiendas de moda con sus amigas, atreviéndose a usar una camiseta corta, chateando horas con sus grupos de WhatsApp, haciendo trabajos para el colegio, teniendo algunos conflictos con sus padres, empezando a rebelarse.

Este último, quizás, su motor. La rebeldía propia de los pocos años.

¿Será acaso su condición de Asperger?, ¿su familia con vena y sensibilidad artística?, ¿ haber nacido y crecido en un país nórdico y en un mundo inmerso en un enorme caos? o quizás, una mezcla de todo y, sin duda, mucho más.

Lo cierto es que es una muchachita de 16 años que toca las fibras de la población mundial. Greta Thunberg, imposible que pase desapercibida.

El 6 de diciembre anterior, llegó a la capital española,  para participar en la Cumbre del Clima. Fue casi al final del día, tras un viaje en tren de 10 horas desde Lisboa, Portugal, y luego de haber atravesado el Atlántico durante tres semanas en el catamarán “La Vagabonde”.

Greta llegó a la estación de tren y aquello fue una locura.

“He visto 20 veces el breve vídeo de la llegada de Greta Thunberg a la estación madrileña de Chamartín. Me fascinan esos policías fuertes y grandotes que rodean a una pizca de niña, un elfo con capucha de algodón que camina a buen paso, cabecigacha y callada, con la misma determinación con la que los perros callejeros parecen saber adónde van.  

“Se diría que los policías que la ven salir del tren, tan diminuta, la miran con expresión desconcertada, asombrada, quizás hasta enternecida”, escribió en el diario El País la reconocida escritora Rosa Montero.

A Rosa, Greta la enternece tanto como a los policías, al presidente estadounidense Donald Trump igual que al brasileño Jair Bolsonaro o el ruso Vladimir Putin y otros tantos, miles o millones, en cambio, los enoja, les molesta.

Bolsonaro la trató de pirralha que en español quiere decir mocosa, luego de que la niña criticó la situación en el Amazonas.

Mientras, Trump lo último que le escribió fue “Tan ridículo. ¡Greta debe trabajar en su problema de manejo de la ira y luego ir a una ver una buena película antigua con un amigo! ¡Relájate Greta, relájate!”, luego que, en noviembre anterior, la revista Time la nombrara personaje del año.

¡Menudo reconocimiento!

Entonces, como lo ha hecho en varias ocasiones, Greta cambió su estado en su cuenta de twitter y escribió: “Una adolescente que trabaja en su problema de manejo de la ira. Ahora se relaja y mira una buena película antigua con un amigo”.

A su corta edad, la ya reconocida activista, se ha reunido con todas las personalidades mundiales. Se le vio sonriendo con el expresidente estadounidense Barak Obama, se reunió con el Papa, regañó a todos los presidentes en la Cumbre del Clima en el marco de la Asamblea General de la ONU en New York. 

“Todo esto está mal. Yo no debería estar aquí arriba. Debería estar de vuelta en la escuela, al otro lado del océano. Sin embargo, ¿ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven? Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías”, dijo en un emotivo discurso.

Y nuevamente el mundo reaccionó, amándola, odiándola. 

De la misma manera explotan las redes sociales, entre quienes la critican, la juzgan, dudan, la odian, hasta quienes la miran con ternura o van más allá, para creer y ver en esta imagen joven, femenina, menuda y con síndrome de Asperguer, una luz y un símbolo de esperanza.

Una niña con depresión

Para Greta, su preocupación por el ambiente comenzó a los 9 años, según ha contado en múltiples entrevistas, cuando vio un documental sobre el derretimiento de los glaciares por el cambio climático. 

La información que aquella niña recibió se clavó en su mente y en su corazón como un dardo.

Poco después fue diagnosticada con depresión, un padecimiento que afecta mucho a la población. En Suecia, el número de personas con depresión incrementó un 20 por ciento en diez años, dijo la Dirección Nacional de Sanidad y Bienestar Social, un alza que es particularmente pronunciada entre los jóvenes, según un reporte el New York Times el año pasado.

Pero en el caso de Greta, su mal empeoraba por la angustia que le provocaba la contaminación, los animales muertos, el calentamiento global.

La situación obligó a su familia a cambiar hábitos, incluyendo medios de transporte, tipo de ropa, e incluso la alimentación. La carne salió del menú de la familia Thumberg.

Fue un viernes de agosto 2018 cuando Greta, envuelta en un abrigo impermeable amarillo, en lugar de ir al colegio se fue a la puerta del Parlamento de Suecia sosteniendo un rótulo que decía: “Huelga escolar por el cambio climático”.

He ahí el origen del movimiento internacional de jóvenes que luchan por el clima, Fridays for future (Viernes por el Futuro) y que lidera Greta.

Hace algunos años, quizás esta cruzada de la adolescente sueca no le habría dado la vuelta al mundo con la rapidez que ocurrió, pero aquella imagen, tierna y empoderada era fuerte y pronto se convirtió en el símbolo que una generación aguardaba.

Pronto en otros países de Europa, Greta era seguida por jóvenes, que ahora sí se atrevían a levantar su voz y exigir a sus gobiernos acciones en contra del cambio climático.

El mundo volvió sus ojos, hacia esa figura sencilla con rostro parco.

Greta es una Capricornio, nació el 3 de enero del 2003 en Estocolmo, Suecia. Su mamá, Malena Ernman es una reconocida cantante lírica y su papá, Svante Thunberg es actor. Además, tiene una hermana, Beata, que tiene 14 años, apasionada de la danza y el canto.

Tienen dos perros, con quienes la joven se muestra cómoda, feliz y hasta sonriente en sus redes sociales.

Greta Thunberg es hoy, para gusto o disgusto, el símbolo retador de las nuevas generaciones que alza la voz sin miedo para reclamar sus derechos.