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Foo Fighters: vendaval de energía eléctrica resistente al agua

Lo de anoche fue una exhibición magistral del poder que puede lograr una banda de rock en vivo. La euforia…

Por Marco Marín

Tiempo de Lectura: 7 minutos
Foo Fighters: vendaval de energía eléctrica resistente al agua
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Lo de anoche fue una exhibición magistral del poder que puede lograr una banda de rock en vivo. La euforia musical no es solamente por parte del acto principal, los Foo Fighters, sino también por su veterano telonero, Weezer.

A pesar de algunos retrasos, que al final sumaron casi una hora del tiempo total, la opinión de los asistentes fue unánime: éxtasis. Así lo dejó saber la lluvia de aplausos que recibieron ambas agrupaciones. El sentimiento fue confirmado, tras el evento, por muchas voces roncas como truenos.

La analogía metereológica no sobra: desde tempranas horas, la inclemencia del clima puso a prueba la voluntad de miles de fieles asistentes, casi como un acto de fe. A pesar de cumplir 25 años de existencia, esta afamada banda estadounidense nunca se había presentado en Costa Rica.

Filas y demoras

El público se entregó a Foo Figthers. (Melvin Molina)

Desde las 3;00 p.m., la lluvia se apoderó de la tarde. Pero ni el agua, ni los truenos espantaron el ambiente que se formó en los alrededores del Estadio Nacional. Cientos de jóvenes, y no tan jóvenes, tenían una misión: entrar al chivo prometido y para los que cuentan más años, anhelado desde hace dos décadas.

La expectativa fue tal, que entre la fila de espera se encontraban aficionados que llegaron de otros países como Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Tras media hora de lluvia, los encargados de seguridad dividieron el principio de la fila con seis vallas para establecer las parrillas de acceso.

La maniobra requirió algunos minutos adicionales, lo cual fue el primer atraso de la jornada. Los ánimos se desbordaron temporalmente a la boca de la entrada, aunque, tras unos empujones, los encargados de seguridad controlaron la situación.

Rivers Cuomo, líder y vocalista de Weezer, se echó el público a la bolsa, con su energía y algunos mensajes en español. (Melvin Molina)

Luego de diez desesperantes minutos, los responsables dieron luz verde y decenas de personas emprendieron una corrida de pocos metros pero alta exigencia física, todo con tal de ser los primeros en ingresar y asegurar ese campo ideal frente al escenario.

Poco antes de las 6:00 p.m., hora pactada de inicio, la lluvia iba y venía, aunque ya en menor cantidad. Las filas se normalizaron y la ebullición se trasladó al interior del recinto. Poco a poco los asistentes al sector de gramilla se aglutinaron frente a la tarima.

Tras media hora de espera, la banda californiana encargada de abrir el show tomó el escenario. Justo cuando la impaciencia del público comenzaba a manifestarse con algunos abucheos, el vocalista Rivers Cuomo y el resto de la banda tomaron sus lugares.

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“¿Cómo están maes?”

Patrick Wilson llevó el ritmo de Weezer. (Melvin Molina)

Cualquier sensación de descontento duró poco. A pesar de no mediar palabra de saludo, la agrupación arrancó con uno de sus clásicos: “Buddy Holly”, pieza salida de su álbum debut.

De inmediato, saltaron a otro tema de ese disco, “Undone – The Sweater Song” y fue acá donde Weezer se comenzó a echar el público a la bolsa. A la mitad de la canción, durante una parte instrumental, Cuomo preguntó, “¿comó están maes?”. La gente se volvió loca.

Los costarriqueñismos sirvieron como condimento al grupo de Los Ángeles, quienes terminaron de cimentar su romance con Costa Rica al tocar dos canciones “prestadas”. El primero fue el clásico ochentero “Take On Me”, de la banda A-ha.

Más tarde Cuomo se dirigió al público para solicitar un permiso especial. “Me gustaría tocar una canción de Nirvana, ¿les molesta?”. El rugido de la gente le dio el sí esperado y los acordes de “Lithium” llenaron los parlantes del recinto.

A sus 49 años, Cuomo sigue derrochando energía roquera. (Melvin Molina)

Weezer fue el espadachín que todo acto principal podría desear. Tras una hora y repasar otras canciones como “Beverly Hills” y “Say It Ain’t So”, se despidieron con estruendosos aplausos.

La mesa quedó servida para los Foo Fighters. Hubo que esperar otra media hora. Para este punto, las localidades estaban casi a su máxima capacidad.

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Plato principal

Dave Grohl es un maestro en inyectar e impulsar al público. (Melvin Molina)

Seis minutos antes de las 8:00 p.m., algunos abucheos y silbidos surcaron los aires. Pero la banda saltó a escena. El fundador y vocalista, Dave Grohl, tomó el micrófono y gritó “Costa Rica”, mientras que en inglés preguntó, “¿están listos?”.

En ese momento las primeras notas de su sencillo, “All My Life” sacudieron el Estadio Nacional. Tras horas, días, meses ¡años! de espera, ningún atraso pareció importar.

El aporte del público no tardó en llegar. En el primer coro de la pieza, las cuerdas vocales de los asistentes hicieron eco de la canción a todo pulmón.

En ese momento, nadie estaba sentado y los que no cantaban se apuntaron a acompañar con sus palmas.

A media pieza Grohl se dirigió al público. “Yo sé que quieren bailar esta noche. ¿Quieren bailar?”, interrogó. Segundos después gritó: “¡bailemos!”, al tiempo que aceleró la parte final de la canción, en lo que sería el inicio de un frenesí eléctrico que tuvo espacio por las siguientes dos horas.

El baterista Taylor Hawkins complementa la puesta en escena energética, divertida y talentosa que Dave Grohl ha imprimido por años a Foo Figthers. No solo tocó se quedó con la percusión. También se lanzó a cantar. (Melvin Molina)

La selección de bandas se prestaba para un despegue exitoso. Tras él ritmo furioso de la primera pieza, el grupo siguió con su clásico “Learn To Fly”, del álbum “There is Nothing Left to Lose”.

A pesar de ser un poco más melódica, sirvió para terminar de enganchar al público. Todo el estadio se unió en coro. Los que antes estaban de pie, ahora saltaban.

Los acordes furiosos de “The Pretender” aceleraron el baile de los presentes y el éxtasis se alargó gracias a las improvisaciones instrumentales de la banda, que alargaron el final de la canción.

El recorrido, o mejor dicho la carrera, por el repertorio siguió con “Run”, sencillo salido de su último álbum, “Concrete Gold”. Estas cuatro piezas consumieron la primera media hora, tras lo cual el grupo hizo su primera pausa.

“Es un animal, media hora seguida y podría seguir cinco más, gritó alguien cerca del palco de prensa.” La cara de Grohl en las pantallas proyectaban una cara sudada pero con una sonrisa magnética que resumía la emoción del grupo.

Versatilidad

Con 60 años, Pat Smear sigue disfrutando al máximo el rock. (Melvin Molina)

La lista de éxitos siguió con “Sky is a Neighborhood” para seguir con otra de las favoritas de la noche: “Times Like These”. A continuación, “Sunday Rain” dejó clara la versatilidad del baterista Taylor Hawkins como cantante, al acompañar a Grohl, con quien luego intercambió lugares por una canción.

Una de las interacciones más sentidas de la noche se dio al finalizar esa pieza. Tras una serie de aullidos, el líder de la banda se dirigió al público.

“Enciendan las luces, quiero verlos. Primero que todo, gracias. Es nuestra primera vez en Costa Rica. Estoy feliz de haber esperado. Hace 25 años, tal vez solo 100 (personas) hubieran venido. Hace 20 años, solo 200. 25 años después, tenemos un maldito estadio lleno. Me gusta”, exclamó Grohl.

Los acorde de “My Hero”, otra de sus piezas emblemáticas, mantuvo alto el voltaje.

“These Days”, “La Dee Da” y “Walk”, cerraron la primera mitad del repertorio prometido. La segunda parte empezó con un tributo de Hawkins a la banda Queen. Decimos Hawkins porque él encargado de percusión cambió de posición con Grohl.

El baterista dejó claro que sabe cantar mientras que el público pudo ver a Grohl en su faceta de baterista, con la cual se dio a conocer con Nirvana a finales de la década de 1980.

Cuando los integrantes retomaron sus posiciones originales, deleitaron a la fanaticada con una versión extendida de su éxito “Monkey Wrench”.

Noche eléctrica

Sentido momento en que el público iluminó con sus celulares la noche, durante la interpretación de Wheels”. (Marco Marín/El Observador)

El momento emotivo, casi abrumador, de la noche llegó con la pieza “Wheels”. Las luces se bajaron, el vocalista pidió a los seguidores alumbrar con sus celulares. Las graderías y la gramilla fueron cubiertas por una luz blanca que se movía de un lado para otro en sincronía.

La emoción que suscitó esa canción se terminó de desbordar con los acordes de “The Best of You”. Los asistentes se apuntaron a servir de apoyo vocal nuevamente por lo que la banda aprovechó para alargar la partitura un par de minutos extra.

El factor llamado tiempo elevó el éxtasis. Para este punto ya eran las 9:50 p.m. y a la banda solo le quedaban diez minutos. Sin embargo los hizo valer.

Grohl y los suyos cerraron con “Everlong”. A pesar de que él diccionario de Oxford no tiene un significado oficial, la idea del vocablo es sinónimo de eternidad. Una canción emblemática para resumir la emoción que esta banda logró acumular en los 28.000 asistentes de anoche.

Tras una versión de casi diez minutos, la banda se despidió del público, agradeciendo el apoyo y el cariño, al tiempo que prometieron volver.

“Este es el mejor primer concierto que hemos tenido en nuestra historia. ¡Gracias!”, concluyó Grohl. Miles esperan que Foo Figthers cumpla la promesa.

Dave Grohl prometió volver. (Melvin Molina)

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